Te encontré en la oscuridad,
ya sin luz;
llegaste a plantar, a limpiar un viejo jardín,
a mover el tubo fluorescente
para que dejara de meter ruido
y encendiera de una vez...
fuiste el veneno para las ratas
en la cocina donde guardaba
el queso de mi abuela
(ese que tanto protegí,
ese que tanto esperé).
A ti te hablo.
A ti que me dejaste,
como la gran mayoría.
A ti, en la que me confié
desde que dejé de confiar en mí.
A ti que preferiste rumbos,
otras ciudades.
A ti van mis últimas palabras,
escritas en más que tinta.
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