miércoles, octubre 29, 2014

Aún no hablan de amor

No tengo problema:
se besaron,
todo parecía muy pauteado,
pero no podían acordar
más naturalidad. No así.

Se frenaron un poco,
uno prendió un cigarro,
no recuerdo cuál ni quién,
el otro no fumaba,
pero no fue incómodo.

Las bocanadas parecían
ser un segundo aire,
el punto tóxico
necesario para empujar
un poco a la lujuria,
de acordado menosprecio
hasta su tradición,
pero se deseaban,
y mucho.

Ya sin ropa,
el pudor se encargó
de alejarse por su propia cuenta,
hoy es otra cosa,
y creían haber entrenado lo suficiente.

Tantos toques exactos,
puros, naturales y torpes,
marcaron, por fin,
un orgasmo;
tan hermoso como efímero,
pero qué más da,
si de tanto porno
ya se olvidaban
de quién los
acompañaba.

Y de tanto porno
volvieron a verse.

Aún no hablan de amor,
pero sí se satisfacen
con un bien
buscado y manipulado por igual:
la sinceridad

Romántico

Te propuso no mirarte más
el poto,
progresista, te veré a los ojos,
pero no sabe en realidad
mirar a los ojos.
Sólo es un enunciado
romántico.

Hay muchas respuestas
por defecto en el intertanto,
y él cree saberlo,
pero no por nada
acabaron acá, en un
patio de comidas.

Compartieron la bebida,
dejaron un poco
porque dijeron estar satisfechos,
él quería mirarte las tetas,
ya las había visto.

A ti igual no te molesta,
pero esa es otra volá.

No es progresista

martes, octubre 28, 2014

Evasión

Cada paso,
cada peldaño,
cada suspenso
que jugaste, que jugaron
para evadir;

ya no sólo la micro
y el metro, cuando están osados,
sino que leyes universales,
brumas de un día caluroso.

Confunde,
ya no sé si leiste
a Foucault o
a Lipovetsky,
o malinterpretas
una novela romántica,
tan patética
como un aleteo UDI.

Hoy no nos toca
hablar de política
porque disfrazamos
nuestra condición de pajeros
con un supuesto miedo,
¿miedo a qué, hueón?
Pero evaden,
ustedes evaden,
y van de la mano,
y no se creen
punks,
no son anarcos,
no son de la jota,
pero evaden.

Y vuelan, buen lejos,
pero no son libres
y no los envidio,
me quedo con
mi pedazo
de mierda.

Y la disfruto
como pocos.

viernes, octubre 24, 2014

de noche

Como si fuera poco no despertar solo,
como si pudiese olvidar esa caminata,
como si creerse el cuento no hubiese sido glorioso.

La mitad de mí quiere que no me escuches,
y es mejor que no me escuches.

Las luces prendidas toda la noche,
más que un accidente,
la mejor premonición posible.

Sonrisas al pie del local,
una vuelta antes de lo presupuestado,
hacer tiempo dará lo mismo
pues la sonrisa no se borra.

La cuenta a fin de mes, da lo mismo;
de ahorro nunca aprendimos.

Casa al pie

si cae esa roca en nuestra piscina
y nos desmorona todo ese armazón
barato que quisimos ignorar
a pesar de las dudas será fatal,
nos culparemos unos a otros

y olvidaremos lo importante:
no nos gustan las piscinas.

Pero en retrospectiva,
peor fue la decisión
de erguir la casa al pie del cerro.

los accidentes

me gusta cuando los accidentes
opacan mis instintos suicidas,
y la gente que llora en cada una de mis muertes
cree que es una lástima
que todo haya terminado así.

Es como el último engaño posible,
yo ya me fui, eso ya está claro,
pero no fue mi culpa,
o tal vez sí, no lo recuerdo.

Ni siquiera sé si me gusta de verdad
o me decepciona levemente
no haber sido capaz siquiera
de llevar a cabo
el único derecho
que pudo depender de mí:
mi muerte.

No, en realidad no me gusta,
resucitaría y planearía un plan de extinción
eficiente, que nadie se culpe,
que todos queden tranquilos...

pero para entonces
al haber vuelto me habría enamorado otra vez,
y tendría una segunda idea
de supervivencia
que prefiero no juzgar.