Parezco amarrado a todo tu cuerpo,
a tu alma, a tu instinto,
a tus problemas y dudas,
a tu compleja sencillez,
a tu ternura negada,
a tu ternura explícita,
a tus temores,
a la luz que atraviesa la muralla
que divide lo real de lo divino.
Me interpongo entre el sentido común
y mi propia dominación,
no existe lo obvio si hablamos de los dos;
en una extraña relación
donde somos todo y somos nada,
conscientes que tenemos que limitarnos.
Y no olvido el placer
que hizo culpable lo indebido.
Momentos y conceptos,
dulces, sal
y limón quizás.
Sigo amarrado a ti,
soy libertario y me refugio como un niño,
en una niña que hace todo, todo y sobre todo
recordarme que existo y que existía.
Y no olvido el placer
que hizo culpable lo indebido.
No prometo nada más que no dejarte.
Y lo prometo de nuevo,
sin tener ni contratos,
ni amarras legales ni ilegales,
sigo sintiéndome apegado, amarrado, abrazado...
de alguna manera, sin pedir nada
ni esperar nada, porque no dejas espacio
a decepción ni depresión absurda
y sabes que eso me agrada,
no dejes de hacer lo que sea
que haces que me hace sentir bien.
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