Entrando y saliendo,
lo mismo,
lo mismo,
lo mismo de siempre;
siente que no vale,
siente que no busca
si se encuentra siempre
con el mismo problema.
Siguen jugando.
Siguen jugando,
allá afuera hay dos personas jugando.
Entra a jugar a veces,
pero lo sacan en los partidos importantes
y no toma, no puede tomar decisiones.
Se hunde en vagas palabras,
siente que no siente
pero no hace más que ocultar
la tierra bajo la alfombra.
Porque es cierto,
han jugado con él
toda la vida
pero él intenta no hacerlo con los demás.
No sabe si es jugar limpio,
pero se acostumbró
a ser rematado cuando aún tenía posibilidades de morir.
Protege su oso, su perro
y su conejo;
los mete en su caja,
se les suma una lágrima...
pero que nadie se entere
que siguió sintiéndose sin valor.
Es culpa del viento,
es culpa de la lluvia,
es culpa de la playa,
es culpa del clima.
Sigue llorando,
sin ocultarse ya;
pero puede mentir la razón,
entonces más precio tiene
el fingir que tiene precio,
el decir que se ha maquillado,
que sale victorioso a caminar por las calles
en vez de decir que
se ha destruido de nuevo
por razones de terceros.
La valentía del que huyó sigue siendo incomprendida.
Afuera siguen dos personas jugando a ser felices,
adentro está el cadáver que no quiso serlo,
adentro está el cadáver que no quiso interrumpir.
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