Suelo no creer en Cupido,
quizás culpándolo de mi mala suerte
o de mi ineficacia a la hora de no estar solo.
Hoy se presenta como un
maldito gordo con alas con arco y flechas,
siendo que en el siglo 21
todos tienen piel dura,
flechas que atraviesan solo a un par de sensibles
afortunadamente equivocados;
e insisto que en el siglo 21
si no se tiene un alto calibre
no matamos ni una miserable idea.
El cupido moderno,
camuflado, cruel y vendido
disfrazado de dinero y armas
y tanques y bombas
ataca más a la pinta del monstruo.
Es tan poderoso que revienta
la cabeza de aquellos que su arma apunta.
Antes de amor morían,
ahora por amor mueren, sin amar siquiera.
Y lo escribo en la soledad de mi habitación,
acostumbrado a no celebrar
lo que ellos celebran.
Y no me siento mal.
O quizás sí, pero no lo necesito.
Pero soy un idiota común
que le gusta lo que lo hiere,
masoquista enamorado sin amor.
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