jueves, septiembre 12, 2013

Nacer

De noche las velas marcaban
el punto más alto del éxtasis,
la piel se tonificaba y hacía brotar
más líquidos que de costumbre.

Todo era extraño,
llamaría a su madre,
a quién le confiaba todo,
pero esto era un laberinto
del cual debía salir sola.

Sola.

Lo supo en cuanto
se dio cuenta que era un laberinto,
su ingenuidad y su inocencia
tocaban lugares prohibidos,
cuando descubrió la inmensidad
de sensaciones que solían ocultarse
bajo esos pantalones pitillo,
bajo esos boxers con cuadrados,
decidió salirse del camino.

Qué importan mil años y un día
de culpa.

Qué importan mil años y un día de silencio,
de ser despreciada.

Las vueltas al mundo en 3 segundos
eran incontables,
cuando por fin volvió en sí
se derrumbó.

Luna menguante por ese entonces,
sobre el tejado ya no es un gato
el que canta.

Mirando ahora por siempre a las estrellas,
recién encontró las constelaciones
que por años los retrógrados
le ocultaron.

Todo tiene sentido,
no sabe en qué circunstancias llegó a habitar el mundo,
pero ahora que realmente lo hizo,
no necesitaba saber más de nada.

Algunos le llaman la primera vez,
ella le llama nacer.

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