Deja corriendo la grabadora
en la noche,
pegada a la almohada.
Al otro día entonces
escuchemos la corriente que nos trae
la oscuridad.
Acércate, al lado
dejé un espacio.
Acomódate,
un poco más cerca
para sentir que
hacemos puente perfecto
hacia la línea.
Toma nota, tiene miedo.
No sabe lo que dice,
y es su voz...
es su voz.
Se mezcla con harina
y algo de sal,
y es entonces que esa cosa
se vuelve turbia
y sin ganas de probarla
apaga su voz.
La conciencia le transmite
en diferido las necesidades de ayer.
Entonces...
ayer que murió
el ángel
hoy le pena
en su antiguo casette,
hoy recordado y reutilizado
en un desafortunado hallazgo.
Digo desafortunado,
porque ninguno de los dos
se quería dar cuenta
de lo mucho que se odiaban.
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