viernes, agosto 08, 2014

La casa en la playa

Y de repente un fuerte estruendo
azotó nuestra casa en la playa
(como si tuviésemos una)

Lunas cayendo,
llantos conmovedores,
bomberos que no llegan
(y que no llegarán)

Como si esa última palabra
la hubiésemos firmado
con ganas fluorescentes
de matarlos a todos,
con ganas de figurar.

Como si todo alguna vez
se jactara de un respaldo
una luz lejana de confianza
llamado futuro.


Cuando dejamos de pensar
en el siguiente paso,
nos compramos una casa en la playa,
con acceso al mar,
a los bomberos,
a las lunas,
y a los llantos conmovidos
por tanto aprecio.

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