Olvidé que llovía
y que no tenía lucas para un paragua.
Entonces, era el día más brillante
que tenía en meses, tal vez años.
Casi por primera vez
decidí escribir la mejor de mis ideas
en un papel, sin elegancia.
Entonces corrí (como nunca),
por la avenida con la hoja en la mano,
seguro de que triunfaría
y que podría renunciar al fin
a toda mi acostumbrada mediocridad.
Como corría,
y debido a la poca costumbre,
tropecé torpemente
y como la municipalidad
no limpia el alcantarillado
el papel se esfumó rápidamente;
y la mala memoria que me acompaña
como una racha interminable
no me ayudó a re-escribir nada.
Y así fue.
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