Tristes naves vuelven a su hogar,
comentan, conversan sobre dónde mierda estaban.
Triángulos de la muerte,
geografía accidentada de una zona sin dueño,
el sueño de cualquier idiota,
todos matan y nadie culpa.
Mataría por volver a morir,
pero no por volver a nacer.
Solíamos salir a pescar en la noche
y esas noches de luna llena,
donde perdíamos el dinero
y vomitábamos juntos apuntando al inframundo.
Quizás vomité mi propia tumba.
No causaba gracia
escuchar los ecos silenciosos
de esas trampas que Dios nos puso
antes de salir a pasear el perro,
no causaba gracia el que supiera
todo lo que nunca jamás dijimos,
ni lo que pensábamos.
No era lo mismo.
Y entonces llega la nave,
atacada por la amnesia,
cerca hay otra nave que intenta repararla.
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