Una alfombra larga,
sin glamour,
unos gritos guturales,
algunas estrellas
que ya no iluminan nada...
es un paseo por el techo
de su casa, ahora.
Huele a un cuadro de sexo reciente,
a un accidente,
a un desenfreno casi religioso,
con sentido,
bien escrito.
Esos ataques predecibles,
de esos que todos niegan,
pero lo piensan.
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